Relato de Eloïse R., Romane L. y Maïtena B.
3. III
El camino hasta su casa fue arriesgado, pero llegamos efectivamente una hora más tarde delante de una casita que parecía abandonada, porque la hiedra había crecido a lo largo de los muros y porque ninguna luz se escapaba de las ventanas. Le comenté esta impresión a Eva, que respondió con seguridad: " Sí, es cierto, pero aquí vive Marta" y llamó a la puerta.
Unos minutos después la puerta se entreabrió y Eva dijo: "Buenas noches Marta, soy Eva, he venido hoy con una amiga porque creo que puede ayudarla. No se preocupe, puede confiar en ella, no se lo dirá a nadie.” En ese momento, una mujer alta y robusta, con una larga cabellera blanca, abrió la puerta.