Relato de Ambre L., Pauline M., Zaynab B. y Lola T.

III

En nuestro pueblo supersticioso volver del mundo de los muertos era tema de muchas leyendas.

Las leyendas y las historias fantásticas me recuerdan los felices momentos con mi hermano gemelo, el pozo en el que él cayó era nuestro lugar favorito : nos fuimos allí, nos sentamos al lado del pozo y con las leyendas que nos contaban los habitantes del pueblo imaginamos historias increíbles.

Una de esas historias que Alberto inventó un día era la de un niño muy débil, sin amigos y que amaba mucho los libros. Pero este niño tenía un libro mágico que le contó que, en realidad, el pozo al lado de su casa era un pasaje secreto hacia un mundo fantástico donde todo era mejor, y en el que él podía tener a muchos amigos y vivir feliz para toda la eternidad.

Esta historia era su favorita, quizás porque él se identificaba mucho con ese niño.

Pero ahora que estoy aquí, al lado de este pozo quiero creer de todo mi corazón que estas leyendas tan famosas del pueblo eran verdaderas, que la historia que Alberto me contó era verdadera y que él está viviendo en un mundo mejor y que puede hablar con nosotros para decirle cuanto lo extraño. 

Con el corazón lleno de penas, volví a casa para quedarme un poco con mis hermanos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, ver a mis hermanos me ayudó tanto después tantos años y pienso que por fin estoy haciendo mi duelo.

Pero sé que cuando vuelva a mi casa, y esté solo otra vez, sin ser capaz de mirarme en el espejo nada se va a mejorar. Quiero quedarme con ellos.

Antes de abrir la puerta de la sala oí a Paola llorando:

«-¡Alberto está vivo estoy segura!

-¿ Cómo puedes estar segura Paola? ¡Tienes que olvidar estas leyendas! Ya no somos niños, la vida no funciona así.

-¡Pero he encontrado de nuevo otra botella en el pozo con un mensaje!

-¿Y qué decía ?

-Toma, léelo.

-….

- Que no puede ser, no te creo, eso tiene que ser una broma tuya. Voy a tomar aire.» Dijo Eloy.

Cuando oí a la conversación entre mis hermanos, no tuve la fuerza de mirarlos en los ojos porque lo único que necesitaba en ese momento era despejarme la mente.

 Salí a pasear por el campo para tomar el aire con las lágrimas en los ojos y solo con una frase que se repetía en mi cabeza.

"Los extrañé” decía ese otro mensaje.