Relato de Héloïse B., Maiwenn D.,Madeleine C. y Antoine S.

Site: Plateforme pédagogique
Cours: Récits d'espagnol
Livre: Relato de Héloïse B., Maiwenn D.,Madeleine C. y Antoine S.
Imprimé par: Visiteur anonyme
Date: vendredi 22 novembre 2024, 06:42

Description

Un extraño viaje

¿Habéis vivido una experiencia que ha totalmente cambiado el curso de vuestra vida? Yo sí, y la voy a contar.

1. Un encuentro sorprendente

"En esos parajes vivía una anciana de estatura gigantesca, de la que se decía que usaba artes de brujería. Los habitantes del pueblo vivían atemorizados. Cansada de verse siempre temida y rechazada, la Giganta (así la llamaban), hizo surgir un día las enormes rocas y las plantó con fuerza junto al río Gállego para poder vivir escondida y refugiada tras ellas.

Dicen que si hay luna llena, en la noche de San Juan se la puede ver sentada en el mallo Pisón, peinando sus largos cabellos blancos tras humedecer el peine en el Gállego."

Cuando unos amigos de Huesca me contaron esa leyenda de la Giganta de los Mallos, le propuse a Eva ir a pasar el fin de semana a Riglos para conocer ese lugar. Su respuesta picó todavía más mi curiosidad: "si quieres que tu vida dé un giro de 180°, cita en Murillo de Gállego, en la plaza del pueblo, el viernes a las cinco y media". Allí fui.

Tal y comolo había propuesto a Eva, fui el siguiente viernes a Murillo de Gállego para aclarar esta misteriosa advertencia en la cual no creía en absoluto. Eva debía unirse a mí el sábado para hacer senderismo en pareja, en las montañas de este pueblo. Había decidido tomar mi tarde libre y salir tras el almuerzo. Murillo de Gállego no está muy lejos de Zaragoza, el lugar donde vivo: solamente auna hora y media en coche.

Llegué allí a las tres de la tarde lo que me dejaba dos horas y media para disfrutar de mis primeros instantes de vacaciones desde hacía seis meses. A las cinco y media saboreaba tranquilamente mi café en una terraza de la plaza principal, cuando el reloj de la iglesia sonó. La plaza estaba desierta. Solo una ancianita vestida de negro me miraba fijamente desde algunos minutos, sentada en su banco. Su mirada era fría como el hielo y me escarchó totalmente, aunque el tiempo era suave en aquelmes de mayo. Se levantó, se acercó lentamente de mi mesa y se sentó en la silla frente a mí. Mi cuerpo se echó a temblar como una hoja y cuando intentaba controlarme para no dejar entrever mi miedo, los temblores recomenzaban con más fuerza. La vieja sostuvo mi mirada durante un instante que me pareció una eternidad. Hubiera dicho que leía en mis pensamientos como en un libro abierto. De repente, me puse a pensar en mi madre, en las tartas de fresa que solía preparar, en mi pueblo natal, Biel, cerca de Murillo de Gállego, en la pequeña escuela donde iba todas las mañanas y en todos los elementos que constituyeron mi infancia…

 Luego, la misteriosa mujer con cabellos blancos se levantó y murmuró en mi oreja: “! Bonum iter in praeteritis!” (¡Feliz viaje en el pasado!) antes desaparecer como por encanto. Me levanté por lo menos entrelazado por esta entrevista y me costó algunos minutos recuperar la cordura. Me dirigí hacia mi hotel y pedí a la recepción si era normal ver tan poca gente en las calles de Murillo de Gállego ese día. Me respondieron: “Sí señor, todavía nuestros días la leyenda subsiste y los habitantes de este pueblo tienen por tradición no salir el viernes por la tarde. ¡Hasta las escuelas están cerradas este día a partir de la una!” Llegué a mi cuarto riéndome de toda esa superstición y me dormí temprano tras haber comido un caldo gallego, mi plato preferido durante mi infancia.

2. Un brusco despertar

Al día siguiente fui despertado muy temprano por el sonido de llamada intempestivo de mi teléfono. Colgué sin mirar, pero tras la cuarta vez acabé por mirar quién me importunaba tan temprano durante mis vacaciones y vi con estupefacción que era mi patrón y que no estaba en mi cuarto de hotel, sino en mi piso en Zaragoza…

Me froté los ojos para estar seguro de lo que veía alrededor de mí mientras preguntándome por qué milagro había podido aterrizar aquí. Mi patrón me llamó por quinta vez y decidí responder porque todo eso comenzaba a seriamente intrigarme.

Oí su voz furiosa al otro lado del teléfono: “¿Qué diablos está haciendo Señor Rodríguez? ¡Le estamos esperando desde las ocho de la mañana para hacer una repetición antes la firma del contrato con el director de Citroën y ahora, la reunión empieza en quince minutos! ¡Espero que tenga una buena excusa! ¡Si no llega antes cinco minutas será la puerta!”

Completamente aturdido, le respondí: “No entiendo nada. La reunión tuvo lugar ayer con Citroën y parecía satisfecho de mi presentación. ¿Por qué haber reprogramado una reunión?”

Sobre esto replicó furioso: “¡Pero ha perdido completamente la cabeza mi pobre Rodríguez! ¿Qué hizo ayer por la noche? ¡Le espero dentro de cinco minutos sino tendrá que vérselas conmigo!”

Enloquecido y en una incomprensión total, me tiré a la calle para llamar a un taxi cuando mi mirada se detuvo sobre el quiosco de prensa del otro lado de la calle y leí: “El País, viernes 15 de mayo de 2016: España se recupera lentamente de la crisis.”

En aquel momento me acordé de todo: el encuentro con la vieja, el estado extraño en el que me puse a dormir… Mi vida había dado efectivamente un giro de 180° como me lo había predicho Eva pero en el sentido literal: iba a vivir de nuevo mi vida en la dirección inversa.

3. Minuto a minuto

Salí de ese día de trabajo como pude, y seguía parpadeando, completamente incrédulo. Todo se había pasado exactamente como el día anterior, minuto a minuto. Una octava vez, volví a encender mi móvil, pero la fecha seguía siendo la misma: había retrocedido en el tiempo hasta el viernes. Andaba por la calle como un autómata. Dejé de andar a fin de poder contemplar mi reflejo en la vitrina de una tienda. Noté que mi pelo abarcaba mi nuca, como estaba antes mi tránsito urgente a la peluquería el sábado por la mañana. Parecía tan cansado como si no hubiera dormido desde la última luna llena. Me metí en la cama en cuanto llegué a casa. Eva no me preguntó nada: estaba demasiado encantada por la perspectiva de mi propuesta de fin de semana entre enamorados. 

4. De Madrid a Zaragoza

Al día siguiente, al amanecer, mis doloridos dedos de los pies me despertaron.  Intenté moverlos lentamente con el fin de que mi circulación sanguínea se reactivase, pero no pude extender más mis piernas. Me enderecé un poco rápidamente, y mi cabeza se chocó contra la barra metálica que dominaba mi cabecera. La roté enérgicamente diciendo palabrotas. De repente, me di cuenta de que nuestra cama con Eva era de madera, y todo me volvió a la memoria. 

Encendí precipitadamente la luz pálida de los neones, y no pude contener un grito de sorpresa. Estaba de nuevo en la cama de estudiante que ocupaba hacía 5 años. Levantándome, una montaña de hojas cubiertas por formulas matemáticas cayó sobre el suelo frío. Estaba completamente escondido detrás de borradores deplorables de ejercicios, cada uno más incomprensible que el siguiente. Eso no presagiaba nada bueno en lo que concernía el día por venir. 

Me levanté y me acerqué de la ventana, luego, abrí despacio los postigos. Cuatro pisos abajo, Madrid estaba despertándose. Las tienditas del mercado estaban listas. Todo giraba cada vez más y, absorbido en mis pensamientos, solo me concentraba en las luces de algunos coches matutinos.

De repente, tuve la necesidad sentarme, me puse pesadamente en mi silla de despacho. Frente a mí, un post-it amarillo fosforescente indicaba EXAMEN MATEMATICAS en letras capitales. Me enfrió inmediatamente, y confirmó mis preocupaciones. Me vestí con rapidez y recogí las hojas que estaban esparcidas en toda la habitación. Una parte de mi mismo intentó entender esas ecuaciones que me parecían tan lejanas (¿Había de verdad envejecido tan rápidamente?), la otra parte seguía parpadeando y pellizcándome: intentando despertarme de lo que parecía ser una pesadilla. 

Examiné las paredes y sus empapelados discutibles, nada había cambiado excepto algunas arrugas que habían aparecido en mi frente. Desde mi perchero, en aquel momento listo para estrenar, hasta mi estuche, firmado por todos mis amigos: todo estaba allí. Mis ojos se demoraron un momento en la foto de familia deslizada en el rincón del marco. Un golpe de genialidad me cruzó la mente. 

Estaba decidido, ese fin de semana, aclararía la situación improbable en la que me encontraba sumergido. Salí a toda velocidad de la residencia estudiantil, y bajé los escalones decuatro en cuatro. Me puse a correr hacia la estación de tren. Me quedé excesivamente sorprendido por la resistencia que tenía, normalmente, estaba sin aliento solo subiendo dos pisos hasta las oficinas cada mañana. Esa misteriosa marcha atrás tenía, a pesar de todo, aspectos positivos. 

El tiempo pareció como una eternidad, así que, llegado a Zaragoza, no tomé el tiempo ni desayunar ni almorzar. Me dirigí directamente al espacio que, loesperaba, sería revelador de todas las repuestas que estaba esperando. 

Llamé a la puerta cuatro veces, como lo hacía desde siempre, anunciaba a mis padres que estaba de retorno de la escuela. Mi madre abrió la puerta precipitadamente. Leí en su mirada su alegría verme, impregnada también por la pena deque no nos hubiésemos visto antes. Esa mirada de desaprobación, que me hubiera irritado tanto cuando era estudiante, fue un pellizco. Entendí toda la felicidad que representaba para ellos cada momento en el que volvía en mi ciudad natal. 

No les expliqué nada de la historia abracadabrante que se estaba ocurriendo, pero les propuse una caminata alrededor del río Gállego.

Una vez llegados a destino, una extraña sensación me navegó por el cuerpo. Por enésima vez, tuve que parpadear muchísimas veces creía estar soñando. Justo delante de nosotros, presidíangigantescas, las enormes rocas de la leyenda de la giganta de los Mayos que Federico me había contado

5. Volver a la infancia

Después de más de una semana en la casa de mis padres, empecé a observar fenómenos nuevos y demasiado extraños. Algunas de las cosas que creía que era capaz de hacer se volvían cada vez más insuperables para mí. Los pocos hábitos que tenía fueron desapareciendo y me pasé el tiempo intentando reaprender todo, era imposible. Mi opinión no estaba fija y no podía emitir un juicio correcto y ponderado sobre la política española, sobre mi entorno, etc.

Un jueves, al volver de la escuela, me encontré cara a cara con mis padres, que me esperaban en el salón. El ambiente era pesado, las persianas medio cerradas y sus rostros no mostraban ninguna emoción. "Tu madre y yo hemos decidido hablarte de algo", dijo mi padre. "Nos hemos dado cuenta de que tu comportamiento ha sido anormal los últimos días y queremos disculparnos por lo que pasó en casa. Todas estas discusiones, estos debates que terminaron mal entre tu padre y yo no volverán a ocurrir. Te lo prometemos…" continuó mi madre, con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa. Sin saber qué decir, ya que sólo tenía un recuerdo lejano de las discusiones entre mis padres, cogí mis cosas y me fui a encerrar en mi habitación para trabajar en mi tarea de literatura. De repente oí gritos y ruidos de rotura en el piso de arriba. El perro ladraba y el suelo resonaba. Mis padres argumentaron y pronto me di cuenta de que sólo era el principio.

Los meses avanzaban, el mundo retrocedía. Las revisiones del domingo se habían convertido en excursiones de pesca con mi abuelo y mi primo. Las fiestas estudiantiles del jueves dieron paso a los cumpleaños de mis amigos el sábado. Me interesaba cada vez menos ir al fútbol los miércoles por la tarde porque mi nivel empeoraba. Sólo las vacaciones a la orilla del mar de cada verano seguían haciéndome feliz porque la única cosa que todavía sabía hacer era amar ami novia y reunirme con ella cada verano.

Durante estos largos años, tuve que enfrentarme a ciertas dificultades que sabía que existían sin poder cambiarlas y sin que mi familia, mis amigos o mis profesores se dieran cuenta. Como quien se enfrenta a una discapacidad toda su vida, aprendí a vivir, o más bien a sobrevivir, sin saber cómo sería el día siguiente y acostumbrándome a las cosas más desafortunadas. En la vida, existe esa esperanza y ese deseo que hace que te levantes por la mañana sin saber lo que va a pasar y eso es lo que te hace querer continuar. Después de ir a Murillo de Gállego, me di cuenta de que no volvería a sentir esas sensaciones. Cada mañana me levantaba sabiendo cómo sería mi día.

6. La revelación

El verano de 2005 empezó para mí con agosto, mientras que para los otros, fin de agosto significaba el final de las vacaciones.

Eseverano me reuní de nuevo con mi novia, quien en esaépoca ya era Eva. Sin embargo me acordé, de repente, deque eseverano marcaba el principio de nuestra relación. Me excitó mucho. En esta rara vida del revés, en la que finalmente acepté lo que estaba pasando ya que no podía hacer nada e iba siguiendo la corriente, o más bien la contra corriente, por fin, sentía una excitación. Me acordé de nuestro encuentro y el comienzo de nuestra historia.

Las primeras semanas después de nuestro encuentro, que viví de nuevo, antes de vivir la fecha dicha, eran pura felicidad. Los dos nos llevábamos tan bien, era como si estuviéramos destinados el uno para el otro. Lo que, de hecho, era verdad ya que once años después todavía estábamos juntos. Y eso, yo era el único que lo sabía.

Reviví cada momento con la misma intensidad. Al final, casi llegué al punto en el que me dije que vivir de nuevo estos momentos valía bien revivir toda mi vida aunque no me gustara. Las incontables risas, los picnics sobre la playa, los atardeceres con ella, las caminatas cogidos de la mano… También me encantaban las veces cuando teníamos que escaparnos a escondidas en la noche para vernos.

Me di cuentadeque, al final, Eva no había cambiado para nada y que, todos estos años después, todavía tenía la misma manera de reír, de moverse, los mismos gestos que tanto amaba. También nuestra relación, sí que había evolucionado, pero todavía teníamos la misma complicidad y el amor que nos teníamos. Me di cuenta de repente que tenía mucha suerte de haberla conocido.

Llegó el día de nuestro encuentro. Era un día soleado, me estaba paseando en bicicleta. Me encantaba irme así, sintiéndome libre, dejando volar mi imaginación. Es así como, en un momento de inatención, me choqué con una chica. Se le salió la cadena de su bicicleta, me disculpé y la ayudé repararla. Empezamos a hablar y,  una cosa llevó a la otra, contarnos historias. Me contó leyendas y una me llamó la atención más que otra.  De hecho me habló de la leyenda de la Giganta de los Mallos y me dijo que la vida de uno puede cambiar si va allí el viernes por la tarde. Observé algo raro que no había notado la primera vez, como un brillo extraño en sus ojos. Repentinamente todo eso tuvo sentido. Eva sabía. Cuando yo conocí a Eva por la primera vez ella me estaba conociendo por la segunda vez. Ella también había hecho un viaje en el tiempo y había vivido su vida hacia atrás. Pero lo habíahecho antes que yo. Ya le había pasado, así que sabía lo que iba a pasar cuando me dio cita en la plaza del pueblo este viernes que cambió mi vida para siempre. Pero no, para siempre no. Lo entendí.

Tan pronto como este día terminó, me dirigí a Murillo de Gállego. Era un viernes por la tarde. Me senté en un café, no había casi nadie. Una mujer captó mi mirada. Era una ancianita vestida de negro, que me miraba, con ese brillo en los ojos. Me fui a dormir y por la mañana me desperté el sábado 16 de mayo de 2016.