Relato de Ambre L., Pauline M., Zaynab B. y Lola T.


Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. «Este es un mundo como otro cualquiera», decía el mensaje.

El Pozo, de Luis Mateo Díez

IV

La atmósfera era pensante en la casa cuando volví de mi paseo por los campos. Había pasado por el pozo, sumergiendo mi mirada en el agua que reflejaba el cielo estrellado al final de un túnel de roca. Los demás a menudo miran al cielo para designar a los seres queridos que pierden. Pero están enterrados. Este pozo unía en mi mente estas dos facetas de la pérdida de un ser querido. ¿Y si Alberto estuviera realmente allí, en algún lugar entre este pozo y el infinitamente gran espacio?¿Contemplando, rodeado de mamá y papá, en lo que nos habíamos convertido los tres ?

Es en ese pozo donde encontré la respuesta a mis preguntas.

Al sentarme en una silla, cuando Eloy también había regresado y Paola estaba leyendo un libro, dije:

«- He encontrado una respuesta en el pozo.»

Paola se enderezó hacia mí, con lágrimas en los ojos, y febrilmente preguntó:

«¿Qué dice?»

Al ver sus ojos resplandecer de tristeza y esperanza a la luz de las velas, mi corazón se retorcía en mi pecho. Ver a mi hermano y a mi hermana reunidos por primera vez en tanto tiempo alrededor de ese trágico acontecimiento que era la muerte de padre me había hecho mucho bien.

«- Verlos a ti y a Eloy... era tan importante para mí. No quiero perder a ninguno de ustedes. Pero puede que no sea así.

- No nos perderás, exclamó Eloy. Estamos aquí, nos hemos encontrado y aunque nuestra familia ya no sea la que debería ser, vive en nosotros, en nuestra memoria. Y los mensajes de Alberto...

- ¡No lo entiendes! Lo interrumpí. ¡Alberto nunca envió esos mensajes! Era yo desde el principio.»

El silencio se hizo mientras las lágrimas caían de mis ojos hasta mis puños apretados.

«- Lo siento. No te lo dije antes porque... significas mucho para mí, Paola, y tú también Eloy. La primera noche que llegamos aquí, necesitaba hablar con él, decirle lo que sentía a través de este mensaje... Escribir libera y quería tranquilizarlo sobre este mundo que me parecía muy soso sin él. Pero encontraste el mensaje. Y nuestra familia se reformó por un instante. Así que quise preservarla y envié el segundo mensaje. Siento mucho haberte hecho sufrir, tú y Eloy... no quería que terminara así.»

Mi hermana se acercó y se me abrazó el cuello. Me acarició suavemente el cabello como lo hacía entonces y yo cerraba los ojos mientras respiraba su olor reconfortante.

«- Sabes, creo que no nos equivocamos al interpretar los mensajes como los de Alberto, dijo mi hermana. Eres su hermano gemelo. Estáis atados más de lo que crees. Y aunque él no nos escribió de su mano, él vive en tus recuerdos, en nuestros recuerdos. Esos momentos que compartisteis juntos hicieron resurgir esos momentos en los que él estaba allí, donde papá y mamá estaban allí. Así que te lo agradezco, hermano.

- ¿Un momento en que toda la familia estaba reunida dijiste? dijo Eloy. Creo que tienes razón. Y creo que lo necesitábamos. No había mejor manera de rendir homenaje a nuestro padre, sino también a nuestra madre y a Alberto. Gracias Luis.»

Y mientras nos abrazaba, sentí que nuestra familia viviría.