Relato de Lorine J., Sophie D., Clément V. y Malena Z.

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. «Este es un mundo como otro cualquiera», decía el mensaje.

El Pozo, de Luis Mateo Díez

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Siempre me gustó mirar los reflejos tan misteriosos en el agua de este pozo. Mirar esos reflejos del exterior o del interior del pozo, hacia arriba o hacia abajo de la superficie del agua. Pero ese día, por primera vez, vi a una luz desconocida que flotaba en el agua. Esa luz era hipnotizante, y sin pensar, el niño soñador que yo era, siguió la luz. Cuando de pie sobre la pared, sentí el peligro, intenté luchar contra esa atracción irresistible. Pero fue imposible. Me subí a la pared y salté en el pozo.

Pensaba sentir un remolino de opresivas sensaciones: el frío, la claustrofobia, la falta de aire, el miedo a ahogarme. Pero a mi sorpresa, nada de todo eso pasó. Nada. Estaba seco, respirando el aire húmedo de una caverna. Había pasado la superficie del agua como si fuera un simple velo. Un velo entre dos realidades, entre dos mundos. Completamente atónito y perdido, decidí observar un poco esta cueva misteriosa. Estaba oscura, pero no totalmente sumida en la penumbra. En efecto, había dos fuentes de luz.

La primera estaba por encima de mi cabeza. El pozo en el que me había caído funcionaba como un pozo de luz. Podría haber gritado para pedir ayudaa mis hermanos, pero estaba tan aturdido que ningún sonido pudo salir de mi boca. Además, no podía ni ver ni oír lo que estaba pasando del otro lado del pozo. Solo veía los extraños reflejos de luz sobre el velo de agua. 

La segunda fuente de luz estaba más lejana e indicaba la salida de la cueva. Seguí aquella luz y, en la desembocadura de la cueva, descubrí un paisaje magnífico: una playa de arena negra, bordeada por una selva exuberante y en frente, el mar hasta donde el ojo puede ver. Este paisaje fue tan impresionante, especialmentepara un chico de 5 años, que me quedé inmóvil y asombrado durante un tiempo inmenso. ¿Cuánto tiempo? ¿Diez minutos, diez horas? Todavía me lo pregunto hoy.

Afortunadamente, de repente, sentí que alguien me tocaba el hombro, despertándome de mi letargo.

 

Era un hombre de edad madura y me preguntó por qué estaba en su playa. El hombre no parecía amenazante y no le sorprendió mi explicación sobre mi llegada a este sitio. Me invitó a tomar unzumo en su casa y acepté. Entonces, meexplicó dónde estábamos, y fueen ese momentocuando empecé a llorar. Me dijo que se llamaba José y que toda esta playa le pertenecía por servicios al rey. Si no le pareció extraña mi historia era porque no era el único en esa situación, por todos los lados del reino, niños aparecían con una historia similar a la mía. Cuando terminé de llorar,empecé a hacerle preguntasporque era un niño muy curioso. Le preguntéquién era el rey,dónde estaban los otros niños que habían llegado aquí ycómo regresar a mi casa. El hombre primero no me respondió y pareció triste. Por fin me dijo que por miedo a una profecía el rey estaba buscando a todos estos niños para encarcelarlos.

 

Esta profecía, que existía desde hacía miles de años, contaba que un día aparecería un niño de otra dimensión, y que con él llegaría una ola de cambio, que podría ser beneficiosa para el mundo, o bien causar su destrucción. La gente ya no creía en esa profecía que databa de otros tiempos y de la cual ni siquiera se recordaba el origen, pero el rey actual, que reinaba desde hacía más de 30 años, la temía. Niños siempre habían aparecido, cada pocos años y la vida seguía su curso, pero cuando llegó al trono el nuevo rey, empezó a arrestar a todas estas personas y nadie supo nada más de ellas. Al parecer, el rey no era maquiavélico, solo quería lo mejor para sus súbditos, pero todos estos años de sospecha y paranoia le hicieron perder la razón. Cuando el hombre terminó su historia, temiendo por mi vida, empecé a llorar de nuevo y lesupliqué que no me delatara al los soldados del rey. De inmediato metranquilizó y meexplicó que sus principios le impedían enviar a un niño tan pequeño a una muerte segura.Continuó diciendo que él no podía ocuparse de mí, pero que conocía a alguien que ya había, unos años atrás, acogido a un niño como yo. Decidí confiar en él, y a la mañana siguiente, empezó el viaje hasta mi nueva casa.

 

Mirando una última vez el azul infinito del mar, me di la vuela para penetrar en la selva misteriosa que se extendía frente a mí. A penasdi un paso que tuve la impresión de ser rodeado por unos árboles gigantes que se movían bajo la brisa del viento. La temperatura seguía siendo alta y la humedad transformó mi camisa seca en un paño goteando de sudor. La selva tropical era un lugar perfecto para olvidar durante un momento la angustia que había tomado asiento en mi ser desde el anuncio del rey. A pesar de los fuertes rayos de sol, me pareció que la luminosidad había disminuido considerablemente. Las hojas enormes, las raíces y las lianas frenaban sin ninguna duda mi exploración. Aunque estaba solo, resentía en sentimiento de bienestar porque estaba rodeado por mucha naturaleza. Me sentía en mi elemento y tomé un placer excesivo en admirar las diferentes variedades de plantas desconocidas a mis ojos. A mi izquierda, un pequeñito río regaba los vegetales circundantes con su agua fresca y transparente. A mi derecha, una flor alta como una casita, que hubiera deslumbrado con su belleza a todos los floristas de mi mundo. Producía un olor comparable a los perfumes más caros y preciosos de mi madre. No cabía duda, estaba hipnotizado por este milagro producido por madre naturaleza. Acercándome de ella, no vi llegar al mono que me había estado siguiendo desde hacía un par de minutos. Por eso, me sobresalté al oír un ruido desconocido detrás de mi espalda.

 

Fue una voz, una voz con entonaciones extrañas. ¡El mono estaba hablando, como si fuera un ser humano! Asombrado, no presté de inmediato atención a lo que estaba diciendo. Estaba observando con incredulidad a ese viejo mono, que parecía tan sabio, inteligente, digno. Se dio rápidamente cuenta de que no le estaba escuchando porque se cayó y esperó pacientemente que le prestara toda mi atención antes de volver a hablar.

“¡Escúchame, Alberto! Lo que tengo que decirte es muy importante. Soy el representante de esta selva, y de todas las selvas, todos los ecosistemas de este mundo. Y este mundo, hoy, necesita un niño de otro mundo. Tú, Alberto, eres el elegido de la profecía. El “niño de otra dimensión.” Y hoy, tienes la posibilidad de ayudar a nuestro mundo, para que no termine como el tuyo.”

- ¿Qué? ¿Cómo? No entiendo…, respondí completamente perdido.

- Tú eres el único que puede destruir la piedra que llamamos Diábolus industria.

- ¿Qué es eso?

- Es una piedra, una piedra mágica, que es una fuente enorme de energía.

- ¿Una fuente ilimitada?, pregunté asombrado.

- Pues no, eso no existe. La piedra contiene mucha energía, pero, un día, se agotará. En tu mundo, hay un equivalente, se llama el petróleo. El Rey quiere poner las manos encima para desarrollar nuestro mundo, crear industrias, tecnologías. Ha localizado la piedra y desde entonces, ha estada cavando implacablemente. En unos pocos días, debería encontrar la piedra. Pero lo que no sabe el rey, es que esa piedra provocará, tarde o temprano, el colapso de este mundo. Guerras para controlar esta fuente de energía, contaminación, destrucción de la naturaleza. Debemos absolutamente destruir esa piedra si no queremos que nuestro mundo termine así. Y, según la profecía, eres el único que puede destruir la piedra Diábolus industria.

- Pues… Quiero ayudar, pero tengo que encontrar a alguien que me está esperando.

- ¿El amigo de José?, preguntó el mono, sonriendo. ¡Yo soy el amigo de José! Si quieres ayudar puedo acompañarte hasta al lugar donde la piedra está escondida, pero tú solo podrás entrar porque yo soy de este mundo y no puedo.

-Vale, voy a ayudarte, pero necesito regresar a mi país rápidamente después porque el rey querrá matarme cuando sedé cuenta de lo que he hecho.

- En la profecía está escrito que si el niño consigue destruir la piedra será inmediatamente enviado de vuelta a su propio mundo.

-Pues ¿qué estamos esperando? ¡Vámonos!

 

Con estas palabras el mono empezó a saltar de rama en rama mostrándome el camino en la selva. Poco tiempo después la selva empezó a parecer amenazante, la luz del sol ya no penetraba el denso dosel forestal y el mono se refugió sobre mi espalda. Cuando no pude caminar más apareció frente a nosotros una inmensa torre. La puerta estaba abierta y no había nadie guardándola. Sin embargo, el mono aterrorizado huyó en la selva. Cumpliendo con mi promesa entré. Inmediatamente la temperatura bajó y era como si la luzestuviera atraída afuera porque entonces ya no podía ver nada. Decidí avanzar porque no tenía mucha elección. Después de un pequeño momento vi una luz en frente de mí en el corredor y me acerqué con cuidado. Habíacien guardias en una inmensa sala con árboles y mucha vegetación. La luz entraba por una apertura en el techo de la torre, algunos trescientos metros por encima de mi cabeza. Me escondí detrás de un árbol y pensé en lo que podía hacer. No sabíacómo pasar sin que meviesen los guardias y de todas maneras no tenía la peregrina idea dedónde estaba esta piedra. Cuando estaba preparándome para regresar, sentí una fuerza nueva que estaba pasando a través de mi mano que estaba contra el árbol. Me acerqué e inmediatamente fui llenado por una nueva motivación y me sentí como si fuera capaz de hacer cualquier cosa.

 

De repente, empecé a elevarme mágicamentepor los aires y cerré los ojos de miedo. Cuando los volví a abrir, estaba sobre una plataforma en la cima de la torre, con, frente a mí, una piedra luminosa, sobre un pedestal. La tomé y sentí su potencial gigantesco, pero también sus límites y pude ver en acelerado todo lo que iba a pasar en este mundo hasta su fin si la conseguía el rey. Lo que vi me aterrorizó, pero también me enojó mucho. Empecé a apretar la piedra entre mis manos y con la magia que me dieron los árboles la lancé con todas mis fuerzas en dirección del suelo de la torre. Después de una caída interminable, se estrelló contra el suelo yexplotó en miles de fragmentos.

 

La explosión produjo una ola de luz y todo se volvió blanco. Todavía cegado, sentí como una suave manta de calor envolverme y mecerme. Mis ojos empezaron acerrarse sin que mediera cuenta, y en unos instantes, caí en un sueño profundo.

Cuando, abrí los ojos, estaba frente a ese pozo tan familiar que durante mis pocos años de vida siempre me había fascinado. Empecé a recordarese sueño tan extraño que acababa de hacer, con mundos mágicos y monos que hablaban, cuando de repente, oí un ruido de vajilla rota. Al darme la vuelta, me encontré frente a un hombre mayor de edad que nunca había visto en mi vida.

“¿Alberto?"exclamó el hombre, muy sorprendido.