Relato de Lorine J., Sophie D., Clément V. y Malena Z.

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. «Este es un mundo como otro cualquiera», decía el mensaje.

El Pozo, de Luis Mateo Díez

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Para entender más la razón de su desaparición misteriosa, hay que evocar los últimos días antes de aquel acontecimiento. Alberto era un niño pequeño que tenía siempre la sonrisa a flor de boca. Sus ojos verdes eran parecidos a dos hojas de laurel. A pesar de su talla baja, mi hermano menor siempre ayudaba a mis padres cada vez que lo necesitaban. Así, se volvió poco a poco el “hijo preferido” de la familia. El jardín era su lugar preferido. Podía pasar el día entero entre los tomates y las judías sin que nadie loviera. Esos días aparecía solo una vez que el sol había bajado totalmente en el cielo, cubierto de fango de la cabezaa los pies.Al día siguiente, regresaba a su ocupación preferida. Así siempre se desarrollaban sus vacaciones. Papa instaló entonces unas escaleras para facilitar el acceso al pozo. Alberto subía los peldaños, llenaba su balde y regaba el fruto de su pasión con la misma voluntad

Fue un 13 de agosto en el que su vida cambió para siempre. Yo estaba en el jardín, jugando con Eloy, mi hermano mayor, cuando vi a Alberto acercarse al pozo. En aquel momento, no nos sorprendió porque estábamos acostumbrados a verlo practicar su actividad cotidiana.Tenía que haber intervenido cuando vi su mirada fijada en un punto en el agua. Parecía muy preocupado. Sin ninguna palabra, escaló la pared y desapareció en el pozo. Me acerqué corriendo y gritando, seguido por Eloy. Por desgracia llegué demasiado tarde, él ya había desaparecido en el pozo muy profundo sin dejar salir ningún ruido de su boca.