Relato de Anselme C., Cassandra LE R., Mathis A.

El manuscrito de Cuenca

4. Capítulo 4

El agente de policía Abel Correa no sabía qué pensar del dossier que le habían dado sus superiores. La situación era muy diferente de las que solía tener durante su carrera en esta comisaría. La ciudad de Cuenca no era una ciudad muy crítica por el crimen ni por todas las actividades ilegales posibles. Exceptuando algunos jóvenes que intentaban comprar algunas drogas blandas o robar de vez en cuando, las misiones de los agentes de la ciudad no eran tan complicadas y graves como esa investigación. Tras el descubrimiento del cuerpo inconsciente que había sido trasladado directamente al hospital, un trabajo de investigación muy importante se debía hacer. ¿Quién había intentado asesinar al cartero? ¿Y por qué? ¡Ahora que la víctima estaba a salvo y viva, tenía que obtener respuestas! Abel decidió que la prioridad era encontrar a la persona que había hecho la llamada enmascarada a los bomberos. Había que determinar si era testigo o sospechoso en la investigación. El hecho de que esta persona hubiera llamado a la hora estimada de la caída de Pedro y desapareciera inmediatamente después, reforzaba la segunda hipótesis para Abel...

Durante las primeras investigaciones, algunos minutos después del drama, sus colegas habían sido abordados por un hombre que parecía borracho y bastante triste. Habían reconocido a Diego Cortés, el traductor. No había muchos en la ciudad y el problema de bebida del hombre ya le había llevado a encontrarse con la policía. Para que no tuvieran ningún riesgo, le habían obligado a ir a la comisaría para un interrogatorio. Puede ser la persona que había hecho la llamada enmascarada a los bomberos, o el culpable, pensaba Abel Correra.

Diego no podía imaginar lo que el agente le había dicho. A pesar de la confusión provocada por el alcohol, intentó concentrarse al máximo, y las noticias de ser sospechoso de un intento de asesinato hicieron que casi todos los efectos del alcohol parasen.
Abel no tenía pruebas en que Diego fuera el autor del intento de asesinato, pero tenía que examinar su situación:
«Bien. ¿Podría hacerle algunas preguntas?
- ¿Qué quieres? ¿Estoy detenido?
- No, por el momento no está detenido. Solo queremos hacerle algunas preguntas sobre un intento de asesinato que tuvo lugar esta noche. ¿Dónde ha estado usted esta noche?
- Estaba en la calle, caminando. ¿Por qué me preguntas eso?
- ¿Puede proporcionar algún detalle adicional sobre su ubicación en la calle esta noche? ¿Recuerda a quién vio o con quién habló?
- No, no puedo recordar mucho. Estaba borracho, pero me parece que no me he encontrado a nadie. Se hace tarde, no hay mucha gente ahora. ¿Puedo irme a casa ahora?
- Por el momento no puede irse a casa. Necesitamos hacer más investigaciones para que estemos seguros de que usted no tiene ninguna relación con la víctima. Si recuerda algo más sobre su noche en la calle o si tiene alguna información adicional que podría ser útil para nuestra investigación, por favor háganoslo saber. ¿Conoce a Pedro Fernández?
- ¡Pedro! ¡Claro que sí! ¡Tengo que hablar con él! ¿Usted también sospecha de él? Lo conozco bien, no me parece que pueda hacer una cosa como esta.
- ¿Tiene que hablar con él? ¿Para qué?
- Tiene algo que necesito urgentemente. Pero no responde a ningún mensaje y se hace… ¡espera! ¿Le ha pasado algo?
- Es la víctima del intento de asesinato. Ahora está en el hospital. Tenemos pruebas que implican la presencia de otra persona. No fue un accidente, el puente es bastante seguro y tenemos marcas de contacto.»

Todas estas noticias terribles parecían totalmente inimaginables para Diego. Del problema de la recepción del manuscrito al hecho de que alguien había intentado asesinar a uno de sus familiares, hizo que Diego no pudiera concentrarse sobre los detalles de su noche. ¡Y ahora era uno de los sospechosos!