Relato de Antoine G., Hugo G., Nadia G., Lilou P.
El manuscrito de Cuenca
3. Capítulo 3
Pedro oyó ruidos en las afueras de la Posada de San José.
Sorprendidos por estos ruidos, Álvaro y Pedro comprendieron que le seguían detractores cuya identidad desconocían por el momento. Pedro pidió a Álvaro una manera segura de salir del lugar. La puerta de entrada no iba a resistir mucho tiempo ante los ataques de los opositores. Álvaro le informó entonces de la existencia de una salida secreta, situada en el sótano, que conducía a las catacumbas de la ciudad. Decidieron ir allí para protegerse.
Álvaro escribió los códigos de acceso en el código de acceso del sótano y entró en la sala secreta. Los dos hombres estaban a salvo. Los opositores finalmente lograron volver a la posada, pero no encontraron a nadie dentro, lo que les pareció extraño ya que en realidad habían seguido a Pedro hasta entonces. Este último continuó con Álvaro su camino hacia la cripta para conocer el misterio que residía en este manuscrito medieval.
Se abrieron camino en las catacumbas gracias a las escrituras que indicaban los caminos de acceso a los diferentes monumentos de la ciudad. Al llegar al sótano de la cripta, Pedro y Álvaro se dirigieron hacia la habitación indicada por el manuscrito. Descubrieron entonces centenares de cadáveres que databan de la época medieval y de la época actual. En el muro delante de ellos estaba escrito: "Mató a los opositores - Juan García - 1387". Los dos hombres comprendieron entonces que el antepasado del actual alcalde de la ciudad había matado a estos opositores en 1387. Ambos ignoraron la razón por el momento. Por eso decidieron registrar la habitación para encontrar la conexión entre los cadáveres y la conspiración.
Pedro vio junto a un cadáver una hoja escrita en una lengua que no podía descifrar. Comunicó su descubrimiento al traductor, que reconoció inmediatamente la misma lengua que en el manuscrito. Álvaro tradujo el texto y explicó a Pedro que Juan, el antepasado de Felipe García, que fuera también alcalde de la ciudad, había intentado extender su poder a todo el territorio español. Este político, de aspecto tan simpático según los relatos de los ancianos, había ordenado la muerte de centenares de opositores con el fin de iniciar un golpe de Estado para derrocar a los reyes de la época. En cuanto a los cadáveres de la época actual, los dos hombres comprendieron que se trataba de un golpe de la familia García. De hecho, Felipe García tenía la voluntad de ocultar este secreto familiar que podría dañar su reputación. Era conocido por todos que tenía altas ambiciones políticas y la revelación de tal secreto podría provocar un escándalo en la esfera mediática, impidiendo que su partido político tomase la dirección del gobierno. Sin embargo, matar a los oponentes a expensas de la aceptación de su pasado podría jugarle una mala pasada. En efecto, con esta revelación sobre el complot que reinaba desde hacía siglos, Pedro sintió la necesidad de contar estos asuntos al conjunto de la ciudad.