Relato de Anselme C., Cassandra LE R., Mathis A.
El manuscrito de Cuenca
5. Capítulo 5
« ¡Hola mamá! Soy yo, Rafael. ¿Dónde estás ?
- Estoy en la comisaría. Llego a casa enseguida, pero creo que debemos hacer la cena otra vez.
- Hay un problema. ¿Qué pasa ?
- Te lo contaré cuando haya llegado a casa. »
Rafael estaba preocupado por lo que su madre acababa de decirle. Había un problema y si debíamos anular la cena familiar, podía ser grave. Diez minutos después su madre estaba en casa y le contó todo lo que se había pasado en la comisaría. Rafael estaba cada vez más preocupado hasta que rompió a llorar. ¿Qué te pasa hijo mío? Rafael dijo a su madre que era él la silueta que ella había visto el día anterior, la noche anterior. Estaba en las calles para encontrarse con un amigo que no había visto desde hacía dos años. Se habían alejado por culpa de los estudios. Entonces, durante la tarde, se fue de su universidad para ver a su amigo antes de ir a casa de sus padres. Pero su amigo se había ido de Cuenca hacía dos meses. Entonces, Rafael no quería que sus padres descubrieran la situación con su amigo porque hablaban todo el tiempo de ese famoso amigo inteligente y muy amable. Después, decidió volver a la universidad pero ya se había hecho totalmente de noche y debía cruzar el puente. Era peligroso. Cruzó la ciudad y llegó delante del puente, pasando la puerta de la Posada de San José. María tomó conciencia de que él era la silueta que ella había visto la noche anterior. Su hijo continuó su historia, con el corazón lleno de remordimiento. Entonces, asustó a Pedro cuando le llamó y Pedro cayó del puente. Rafael se había preguntado lo que había hecho, intentaba encontrar ayuda cuando vio a su madre delante de la puerta de la Posada. Empezó a correr pero su madre ya había llegado a casa. No sabía qué hacer y llamó a los bomberos. Presa del pánico, y sin pensarlo, les llamó con un número enmascarado. A llegada de los bomberos, Rafael se escondió porque tenía miedo de las acusaciones contra su persona. Por suerte, la caída no había sido fatal, pero por supuesto, la policía iba a investigar porque una caída como esa es algo raro y también el manuscrito había desaparecido. Los bomberos concluyeron que la caída no había sido fatal gracias al manuscrito de Cuenca. El manuscrito había frenado el impacto de la caída, y entonces era por eso por lo que Pedro estaba todavía con vida.
María estaba en estado de shock porque ella, durante un momento, había pensado que su marido era responsable del accidente. Juntos, la madre y el hijo, se fueron de casa para ir a la comisaría a contar la verdadera historia pero la policía, en lugar del marido, encarceló al hijo. Durante tres meses, la familia se peleaba con la policía todos los días para que liberase a Rafael pero no consiguió la libertad de su hijo. El único que podía ayudar estaba en una situación crítica en el hospital.
Un día Pedro se despertó y testimonió. Rafael fue liberado y Pedro, en algunas semanas, volvió a vivir normalmente. Desde ese momento, nadie cruza el puente de noche y todas las personas que tienen vértigo arrojan una moneda en el cañón para que el manuscrito de Cuenca les ayude a cruzar. Nadie lo ha descubierto y ahora su existencia es casi una leyenda.