Relato de Eloïse R., Romane L. y Maïtena B.
"En esos parajes vivía una anciana de estatura gigantesca, de la que se decía que usaba artes de brujería. Los habitantes del pueblo vivían atemorizados. Cansada de verse siempre temida y rechazada, la Giganta (así la llamaban), hizo surgir un día las enormes rocas y las plantó con fuerza junto al río Gállego para poder vivir escondida y refugiada tras ellas.
Dicen que si hay luna llena, en la noche de San Juan se la puede ver sentada en el mallo Pisón, peinando sus largos cabellos blancos tras humedecer el peine en el Gállego."
Cuando unos amigos de Huesca me contaron esa leyenda de la Giganta de los Mallos, le propuse a Eva ir a pasar el fin de semana a Riglos para conocer ese lugar. Su respuesta picó todavía más mi curiosidad: "si quieres que tu vida dé un giro de 180°, cita en Murillo de Gállego, en la plaza del pueblo, el viernes a las cinco y media". Allí fui.
3. III
El camino hasta su casa fue arriesgado, pero llegamos efectivamente una hora más tarde delante de una casita que parecía abandonada, porque la hiedra había crecido a lo largo de los muros y porque ninguna luz se escapaba de las ventanas. Le comenté esta impresión a Eva, que respondió con seguridad: " Sí, es cierto, pero aquí vive Marta" y llamó a la puerta.
Unos minutos después la puerta se entreabrió y Eva dijo: "Buenas noches Marta, soy Eva, he venido hoy con una amiga porque creo que puede ayudarla. No se preocupe, puede confiar en ella, no se lo dirá a nadie.” En ese momento, una mujer alta y robusta, con una larga cabellera blanca, abrió la puerta.