Relato de Zoé F., Louise C., Hugo J. y Laurie R.

Los Mallos

1. Capítulo 1

"En esos parajes vivía una anciana de estatura gigantesca, de la que se decía que usaba artes de brujería. Los habitantes del pueblo vivían atemorizados. Cansada de verse siempre temida y rechazada, la Giganta (así la llamaban), hizo surgir un día las enormes rocas y las plantó con fuerza junto al río Gállego para poder vivir escondida y refugiada tras ellas.

Dicen que si hay luna llena, en la noche de San Juan se la puede ver sentada en el mallo Pisón, peinando sus largos cabellos blancos tras humedecer el peine en el Gállego."

Cuando unos amigos de Huesca me contaron esa leyenda de la Giganta de los Mallos, le propuse a Eva ir a pasar el fin de semana a Riglos para conocer ese lugar. Su respuesta picó todavía más mi curiosidad: "si quieres que tu vida dé un giro de 180°, cita en Murillo de Gállego, en la plaza del pueblo, el viernes a las cinco y media". Allí fui.

Así que Lorena acudió a la cita que le había dado Eva. Encontró un pueblo desierto y se sorprendió. Ni un ruido en las calles, ni una persona fuera, ni una luz encendida, ni una chimenea humeando. El pueblo parecía estar vacío de habitantes. Sin embargo, vio algunos rastros de vida. Esto empezaba a preocuparla, sobre todo porque empezaba a llover y las ramas de los árboles crujían. Aun así, decidió recorrer el pueblo en busca de algún habitante. Lorena se acercó al río y se sorprendió de las enormes rocas que surgían del suelo. No le habían mentido, ¡se parecía mucho a una estatua gigante!

Cuando se volvió hacia su coche para marcharse lo antes posible (este ambiente no la tranquilizó en absoluto), un ave de rapiña voló hacia ella. Intrigada, se detuvo y vio que era un águila. Era orgullosa e imponente. Recordó que las aves de rapiña pueden ser peligrosas y comenzó a alejarse con calma, para no alterarla. Extrañamente, el águila la siguió lentamente y pareció querer decirle algo. Poco a poco se fue tranquilizando porque no había agresividad en su mirada. Por el contrario, sintió una mirada casi suplicante, que animó a Lorena a seguirla. Esto es lo que hizo. Voló bajo para que ella no la perdiera de vista. El águila la condujo por el pueblo, pasando por callejones oscuros en los que no se habría atrevido a aventurarse sola.

Se adentraban cada vez más en la misteriosa aldea cuando el águila se detuvo. Golpeó con el pico la pared que tenía delante. Lorena estaba confundida, no entendía qué quería: el muro parecía muy antiguo, más que todos los edificios del pueblo por los que había pasado hasta ahora. Mientras el águila seguía golpeando con su pico la pared, descubrió lo que parecía una escritura. La superficie del muro se desmoronaba con facilidad y Lorena comenzó a ayudar al águila. Arañó la pared tan rápido como pudo. Al hacerlo, aparecieron letras. Estaban grabadas en la piedra. De repente, el águila se detuvo. Se dio cuenta de que podía hacer lo mismo, que habían descubierto todo el mensaje.

Luego lo leyó: "Si has llegado a este muro, es porque has sido designado para una misión peligrosa. Cuando la Giganta sonría, el pueblo despertará."
Lorena estaba en estado de shock. Lo que pensó que sería un simple paseo de descubrimiento se convirtió en el comienzo de una peligrosa aventura. El mensaje decía claramente que para que los habitantes reaparecieran, tenía que hacer sonreír a la estatua gigante. Por un momento, pensó que era una broma de su amiga Eva, una jugada estúpida para divertirse. Pero no, era demasiado real para ser falso. Lorena no entendía lo que le pasaba, el mensaje era demasiado vago. En su cabeza, todo se mezclaba.

De repente, el águila que había desaparecido reapareció. Sostenía una especie de papiro en el pico. Lo cogió y leyó cuidadosamente el mensaje escrito en él: "Si el día después de la luna llena de la noche de San Juan la Giganta sigue triste, el pueblo se perderá para siempre." Lorena sacó su teléfono móvil para consultar el calendario. ¡La noche de San Juan era al día sigiente! Sintió que su corazón latía más deprisa y que los escalofríos le recorrían el cuerpo. Un rayo de esperanza cruzó su mente. ¿Tal vez la noche siguiente no fuerauna noche de luna llena? De ser así, tendría al menos un año para completar su misión, lo que le parecía tiempo suficiente. De todos modos, comprobó su teléfono móvil. La siguiente luna llena erade hecho... al día siguiente por la noche. Lorena sintió que sus piernas temblaban y se desmayó. Se despertó unas horas después. Era de noche y el pueblo seguía vacío.